jueves, 13 de enero de 2011

Los deslaves causan 464 muertes en Brasil

No había energía eléctrica, pero los relámpagos iluminaban la escena horrorosa mientras los habitantes veían cómo las casas de sus vecinos desaparecían debajo de un muro de lodo y agua, que convirtió barrios enteros en fosas comunes.
Los sobrevivientes seguían excavando frenéticamente con las manos el jueves, pero todo lo que hallaban entre el lodo y los escombros eran cadáveres.
La destrucción era casi total en las poblaciones de montaña al norte de Rio de Janeiro, donde por lo menos 464 personas murieron por las avalanchas de lodo provocadas por las lluvias torrenciales antes del amanecer del miércoles.
Los torrentes sepultaron a mucha gente mientras dormía. Las autoridades no quisieron aventurar cálculos sobre cuántas personas estaban desaparecidas, pero temían que el número de muertos pueda aumentar bastante.
En el barrio de Campo Grande en Teresópolis, al que sólo puede llegarse ahora mediante una peligrosa caminata de ocho kilómetros (cinco millas) entre la maleza y el lodo, varias familias seguían sacando los cadáveres de sus seres queridos de entre montones de tierra.
Cuidadosamente colocaban los cuerpos en terrenos secos y los cubrían con frazadas. Un joven gritó cuando fue hallado su padre muerto. “¡Quiero ver a mi papi!”, decía.
Las inundaciones y deslizamientos de tierra son comunes en Brasil durante la temporada de lluvias estiva les, pero los aludes de esta semana figuran entre los peores de los que se tenga memoria.
El desastre castiga particularmente a los pobres, que suelen vivir en chozas endebles construidas en laderas empinadas, con pocos cimientos o sin éstos.
Pero ni siquiera algunos ricos pudieron escapar a la devastación en Teresópolis, donde residencias enteras fueron arrasadas. “Tengo amigos que siguen desaparecidos entre todo este fango”, dijo Carlos Eurico, residente del vecindario de Campo Grande, en la misma ciudad, mientras se movía hacia el mar de destrucción que se apreciaba detrás suyo.
En la misma zona, Nilson Martins, de 35 años, sostenía con cuidado al único ser rescatado con vida desde el alba, un conejo que de algún modo conservaba blanca la piel, pese al lodo.
UN PANORAMA DANTESCO
Los restos centenares de viviendas arrastradas en el barrio podían verse, con las tuberías y los cables eléctricos sobresaliendo. Numerosas prendas infantiles estaban desparramadas, había autos volcados. Un silencio estremecedor prevalecía mientras la gente buscaba rastros de vida. Los sonidos de las excavaciones, con palos y con las manos, se interrumpían ocasionalmente, cuando algún grito avisaba que se había recuperado otro cadáver. Conceicao Salomao, doctora que coordina los esfuerzos asistenciales en un albergue improvisado dentro de un gimnasio en el centro de Teresópolis, dijo que unas 750 personas habían llegado ayer, y unas 1,000 habían buscado atención médica.

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